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Todos tenemos un conocido, ese alguien que sugiere estar muy versado en el complicado mundo enológico, que suele tomar la iniciativa a la hora de escoger un vino para compartir en la mesa del restaurante en que nos hemos reunido y pasar una agradable velada. Esta persona suele dar datos de añadas, trazas, aromas, matices y otras características que hacen idónea la elección del mismo.

En este blog, te daremos unos consejos para que encuentres el vino perfecto para cada ocasión y sorprendas a los tuyos.

Si bien, por razones de calidad y cuidado en el proceso, desde la viña hasta el almacenaje de la botella de vino hacen que destaquen unos vinos sobre otros, podemos decir sin miedo a equivocarnos que el mejor vino es el que más nos gusta, y, por lo general, no tiene por qué coincidir exactamente con el gusto de otros. “Pan cambiado y vino acostumbrado” reza el refrán que viene a confirmar que el libro de los gustos está en blanco.

A partir de esto sí es cierto que depende de la época del año, de la hora del día y de los platos con los que vamos a maridar, la elección de un tipo de vino es más adecuada que otra.

España tiene alrededor del 12,9% de la producción vinícola total, lo que le posiciona en el top 3 de los productores mundiales junto a Italia y Francia. El sector vitivinícola español lo componen 76 Denominaciones de Origen, 42 IGP (Indicación Geográfica Protegida, que certifican una calidad diferenciada por su ubicación geográfica) y 17 pagos. Es por esto que la oferta es amplísima y la calidad de sus caldos excelentes.

Las principales variedades de uva cultivadas en nuestro país son para el vino tinto tempranillo, mazuelo, syrah, mencía, garnacha, Maturana o cariñena entre otros. En el caso de vino blanco las más cultivadas son verdejo, suavignon blanc, palomino fino, albariño, airén, viura, godello, tempranillo blanco, hondarribi zuri y garnacha blanca. La amplísima variedad de uvas, zonas, métodos y tiempo de crianza y el clima que influye en ésta hace que la elección no sea un asunto sencillo, ni una ciencia exacta.

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Volviendo al maridaje y para una elección correcta, es decir para sacar el mejor resultado de la combinación de comida y bebida, debemos que tener en consideración que al igual que podemos describir un plato como dulce, salado, amargo o agrio en distintos grados, debemos tener también en cuenta que el sabor del vino depende de su combinación de ácido, contenido alcohólico, taninos y azúcares y que tendrán un efecto sobre la comida que estemos probando.

Los vinos ácidos, vino blanco y rosado principalmente, tienden a equilibrar un plato graso, que puede realzar a la comida un matiz más salado o para alimentos dulces el vino tenderá a parecer menos ácido.

Un vino tinto muy alto en alcohol está indicado para acompañar comidas fuertes como carnes, cocidos, etc.

Un vino dulce es perfecto para comidas dulces, que potencian mutuamente sus sabores. No obstante, puede ser también una opción para comidas ligeramente saladas.

Vinos más astringentes, aquellos con mucha madera que aportan un sabor fuerte y seco, serán los aconsejados para comidas muy proteicas y grasas.

Una idea a tener en cuenta es ver la contraetiqueta de una botella de vino, en la que con mucho acierto suelen dar ideas para acompañar ese vino.

Son los ingredientes y el sabor de lo que vayamos a preparar, o pedir en un restaurante, la principal seña a tener en cuenta para combinar y potenciar sabores y disfrutar de un agradable rato en compañía.